60
años nos parecen increíbles y aunque todavía no llegamos creemos que ya no será
tan difícil que lleguemos, y
pensamos dar la oportunidad a tantos lectores que tenemos nosotros, que son o
escritores o poetas y jamás ven publicados sus hermosos trabajos, muchos de los
cuales nosotros hemos conocido pero que no nos mandaron la autorización para
publicarlos. Desde hoy envíe sus trabajos al concurso de Diamante de Diario
Estrella de la Mañana. Habrá un jurado por su puesto de gente idónea que
elegirá los mejores trabajos y por supuesto habrá premios para los mejores.
La
condición es que no excedan tanto las prosas o los poemas de una carilla de
hoja A4, cuerpo 13.
Se
aceptan trabajos con firmas que pueden ser seudónimos haciendo figurar al torso
de la hoja el nombre y la dirección del autor de la obra.
Nº1 -Mi amor no basta
Dicen
que las luces del barrio siguen prendidas de noche. Dicen que ya no está ella
en la esquina vendiendo flores… tal vez lo que no digan es donde está esa mujer
que desde pequeña sufrió la pobreza vivió la angustia y el desamparo sin que
nadie le acercara una palabra de aliento, un techo, o un plato de comida.
Quizás
por haber tenido una niñez tan dura Dios la premió con una belleza que
arrancaban unos ojos esquivos pero hermosos, una sonrisa como avergonzada
cuando a los 18 años alguien le decía un piropo.
Los
vecinos que la adoptaron hace unos años cuando sus padres murieron en un
accidente no podían darle el amor que ella merecía. Allí fue cuando yo la
descubrí. Muchos años mayor que ella me dio vergüenza al principio acercarme a
ofrecerle ayuda. ¿Quién me iba a creer que esa hermosa criatura 20 años menor
que yo tenía buenas intenciones y no quería que semejante belleza y simpatía
terminara prostituyendo su cuerpo como única medida de subsistencia?
Simplemente
le decían Petiza. Claro que había un motivo. Cuando murieron sus padres ella
apenas tenía nueve años y los nuevos
padres adoptivos o tutores era gente humilde que no podían darle lo que ese
tierno corazón merecía. Y la petiza vendía estampitas, flores en el día de los
novios siempre en la misma esquina debajo del mismo farol donde todo el mundo
la fue viendo crecer y nadie parecía pretender de ella otra cosa que una
sonrisa. Era petiza por los años, era flaquita porque no se alimentaba bien,
pero era una bellísima persona con una voz cristalina, con unos ojos celestes y
un pelo negro azabache lleno de rulos que la hacían parecer como una muñeca. Un
día pase por la misma esquina y me acordé de ella hacía más de un año que ella
ya no estaba ofreciendo sus pequeñas cositas que le permitían comer, llevarle
algún dinero a sus tutores y seguir viviendo.
Fue
de pronto que me di cuenta que me había
fallado el corazón. Que no había surgido de mí un gesto olvidándome del qué
dirán y pensando mejor en que injusticia está viviendo aquella pequeña que vi
crecer en la misma esquina vendiendo las mismas cosas y hoy ya no está.
Me
pasaron por la cabeza varios tangos tristes como son todos los tangos y me vi
reflejado en muchos, cobarde, y sin sentimientos. La petiza de ojos celestes
hoy debe tener diecinueve años o veinte nadie en el barrio sabe nada de ella y
sus tutores solo dicen: un día agarro sus cosas y se fue.
Hoy
yo soltero aun podría haberlo hecho mi esposa porque los veinte años vi
diferencia al pasar el tiempo van perdiendo el significado y el lugar que
ocupa, la vergüenza al qué dirán podría haberlo llegado a ocupar tranquilamente
un amor verdadero. ¿Qué habrá sido de aquella querida y bonita chica
abandonada?
Autor: Antón de Prisa.