Hace
pocos días llorábamos en Estrella y con lágrimas verdaderas la muerte de una
amiga que no era una gran periodista, que no había escrito ningún libro, que no
había fundado ninguna escuela, que no había batido el record de nada… murió
sencillamente una gran persona: Esmir Garro Viuda de Politti. Tenía 90 años.
Ella le dejaba ver a sus amigos las cuantiosas operaciones que por enfermedades
muy graves le habían mutilado el cuerpo. Pero Esmir todos los días salía a
caminar, saludaba a todo el mundo, hacia favores, se reía permanentemente,
contagiaba optimismo, levantaba el ánimo de los enfermos y deprimidos.
Extrañamos mucho que todos los días suavemente entraba en nuestra dirección
cantando una melodía con una suave y agradable voz muy afinada. Ya hablamos de
ella no sabemos si fue la última foto la que sacó Azul nuestra Asistente de
Dirección que últimamente saca casi todas las fotos que se publican.
Era
tan difícil creer que una mujer que sufría tantas operaciones, el dolor de su
ser más querido, su Pilo Politti, y viviera sola tuviera semejante grandeza en
el alma como que era ella la que le levantaba el animo a los que tenían muchos
menos años a cumplir que los que ella tenía ya cumplidos.
Si
hay una prueba más de las millones que hay de que Dios existe y es bueno fue la
forma en que nos llevó a Esmir: se murió sin darse cuenta. Nosotros por norma
no vamos a los velorios y seguimos creyendo que la gente que tanto queremos
siguen existiendo en algún lugar, como Favaloro, Amirati, Juan Pablo II, o así
como Gieco está en París, Emiliano Trujillo está en Alemania, Luisito Pagani
está en Canadá, y los miles de seres
queridos a los que no vi muertos en sus féretros y no ayudamos a cargar tomando
ninguna manija del cajón que lo llevaba a su última morada nos parece que no se
han ido, que están como los que nombramos vivos, tan vivos como los que nos
chocamos todos los días y charlamos en el bar, en el diario, en cualquier lugar
en que nos encontremos. Es una forma de hacer que el amor, el cariño, la estima
taponen y silencien el dolor que nos produce en el corazón la pérdida de gente
que según nuestra idea nunca debieran morir.
Este
mensaje del Diario del Pueblo que ya tiene un director más cerca de allá que de
acá pretende contagiarle a mucha gente la costumbre de no asumir la pérdida de
un ser querido, porque si nos decimos creyentes de Dios sabemos que hoy ellos
siguen estando, tal vez no en el lugar que nosotros lo vimos la ultima vez pero
con seguridad que siguen estando y quién sabe si no ayudándonos desde la
dimensión desconocida donde van las almas de la gente buena.
Es
imposible vivir feliz si uno vive pensando en su muerte, es imprescindible que hagamos un esfuerzo supremo para pensar
que los que se mueren llegaron a la meta de la carrera que todos todavía
tenemos que terminar de correr.
Esmir,
el Flaco Marini (Leo), mis tíos Fifo y Beto, el Conejo Etchart y tantos miles
más seguramente están donde nosotros creemos y seguimos pensando que un día de
estos de nuevo nos vamos a encontrar con
ellos.
Ojalá
esta meditación que no tiene nada de política, de protesta, ni de tristeza
exagerada, que tratamos de disimular con nuestra Fe, les sirva a los lectores
que hace 60 años casi nos acompañen en esta locura permanente que es
comunicarnos todos los días a través de un papel de diario que a veces
salpicamos con alguna lagrima por cosas que pasan y no aceptamos asumir.
No
le tenga miedo ni a la muerte, ni a las enfermedades. Dios sabe bien cómo hacer
las cosas y nosotros con nuestra pobre imaginación pero gran vocación tratamos
de servir a todos en el dolor porque allí es donde más falta hace el corazón,
el cariño y el apoyo a quienes queremos.
EL DIRECTOR